Por Gala Andrómeda.
Durante este mes he tenido presente un sentir muy poco habitual para mí, ese que dicta de “estar orgullosa”, porque es el mes de estar orgullosx precisamente. Junio es una época importante para la diversidad sexogenérica, momento en el cual se celebra la “primera agitación”, bien documentada, además, de las personas LGBT+ contra la violencia que padecían. StonewALL en 1969, episodio que, de forma convenida, significa un antes y un después acerca de nuestra lucha como colectivo de la humanidad. El panorama macro es aquel, un disturbio en un antro de mala muerte en el NY de los 60, escenario muy diferente a la california dreaming del movimiento hippie al otro lado de USA. Un espacio en mayor tensión y ebullición, puesto que, San Francisco fue la capital de una utopía, pero Nueva York fue y es, hoy en día, la capital de un modelo amparado en la jerarquización en base a la diferencia, racial, étnica, sexual, incluso ideológica. Una sociedad segregada en tantas variables requiere de una entidad policial “eficiente”, eficiente en el control, y para ello la coerción violenta siempre ha sido la principal opción. Atendiendo a esto se observa de forma sutil, pero clara, porqué la policía gustaba de apresar a travestis, homosexuales y lesbianas. Con ello aseguraba una sumisión, temor que se disipa en stonewALL, como en tantos otros puntos del mundo, antes y después.
Los fenómenos venideros de agitación de tipo LGBT+ se darán en distintos puntos del sur global, con un tópico de clase, de raza y subordinación, al individuo modelo de la sociedad de turno. Las luchas no son únicamente por un derecho a la libertad sexual, sino por un derecho al acceso digno a elementos como la salud, la educación y el trabajo. Unas veces más otras menos, la diversidad sexual tendrá en sus jornadas de agitación una fuerte carga simbólica y política, que irá discurriendo por las necesidades de quienes se convocan a esos espacios y, por sobre todo, quienes organizan la convocatoria. El motivo de estar orgullosx se transmuta en el tiempo, pero no pierde esencia, a pesar de la despolitización propia del pride publicitario y del mercadillo de las ONG que ostentan la hegemonía, nos enorgullece la sobrevida. En períodos previos a las tecnologías de comunicación en tiempo real, las comunidades LGBT+ se daban en espacios marginados, en antros como el StonewALL. El momento en que estas micro comunidades podían verse y reconocerse unas a otras, era en el calor de un encuentro pride en la ciudad, ciudad capital por lo demás, ya sea nacional, regional, incluso de provincia. Porque el pride como elemento, congregó en su momento a grupos y seres LGBT+ de los lugares más aislados y por tanto hostiles. El reencuentro precede a la alegría y la alegría a la fiesta, al carnaval y el embrujo de las almas que se saben con vida. El orgullo de sobrevivir tiene una herencia superior a los registros de la historia oficial, historia que no nos representa y de cual no somos sujetx de la historia. Si bien no hay arte (oficial), como diría la cantante Liliana Felipe hay folklor y en las raíces de nuestro folklor más representativo, el travestismo, hay un reflejo de exceso, de liberación y alegría al calor de la sobrevivencia. Nuestras circunstancias como grupo de la humanidad, en el hemisferio occidental y en la cultura judeocristiana, provienen de una profunda criminalización, siendo criaturas fugitivas nuestro espacio debía ser de completa agitación.
Ser travesti de show, travesti de callejón, travesti de cara al público, de noche y en el comedor, ser travesti es presentar en piel y cuerpo un descalabro de todas las normativas existentes, la completa incineración de los dogmas de la carne. Es mostrar bajezas, mostrar vergüenzas, mostrar incomodidades como demonios, encima de los ojos y mentes amoldados por el sistema. El folklor travesti versa de relatos de empoderamiento, de lujuriosa libertad, de la fuerza de la carne como diría la otra, señora doña Manuela Trasobares. Los derroteros de la travesti son los derroteros de la humanidad, las necesidades apremiantes de techo y pan, tanto como los de amor y respeto. La travesti de la tercera edad encarna un misterio de luces y sombras, la travesti que aún performa sobreviviendo la vorágine del hombre y el tiempo. Tania Scarlet es un motivo por el cual estar muy orgullosx en junio, señora por donde las haya, fue parte estable de las míticas cuatro mesas de bombero Núñez, parte de Farinelli, el pub con nombre del último castrati. La Tania hacía el ridículo como todas nosotras, un ridículo senil, propio de una persona de tercera edad, ejerciendo el rol catarquico a través de la risa. La comedia siendo parte de nuestro folklor travesti, tiene esa habilidad de generar profunda empatía y cariño por parte del público, cuando es inteligentemente ejecutado puede durar por toda la vida. Así fue con la bien amada Tania, que medio a personaje y medio a sí misma fue un mito de señora travesti, popular, de las cosen cortinas para hacer fantasías en la noche santiaguina.
Tania sobrevivió a muchas cosas, la violencia, el machismo, la dictadura, la vuelta a la democracia y tantos marcos temporales de esta estructura patriarcal. Nos dejó hace un tiempo, falleció antes que la Cony, la Francis y la Katiuska, no fue tan mediática su partida, pero fue en el período de tiempo donde más se vivía ese pride de comunidad. Hay seres y circunstancias, por les cuales puedes tomar un calor carnavalesco y sentir orgullo. Porque no está mal sentir orgullo de ser quien eres y de esta historia que te pertenece, podemos bailar e incendiar todas las viejas ideas del orden castigador, podemos incendiar cabezas con nuestra manera de caminar, nuestras ganas de amar, nuestro impulso vital de ser libres. Lo que no podemos hacer es entregar de manera fácil este hermoso concepto, a las organizaciones de varones hegemónicos, porque nadie estaría orgullosx de que ciertas organizaciones aplaudan como focas al gobierno de piñera. Ni nos representan, ni el orgullo les pertenece, el orgullo de ser quienes somos es más profundo e inmenso que una campaña publicitaria multinacional. Toma tus cartas, recoge tus anécdotas y recuerda dentro de ti todo momento de triunfo sobre la opresión, sobre la violencia y sobre la marginación. Habita estas fechas con alegría de saber quien eres, replica lo mismo en otres y conforma comunidad, que este ejercicio de agitación LGBT+ no concluye aún, porque no buscamos aceptación, buscamos cambiarlo todo.