Gonzalo Asalazar: Equilibrando la escritura y los estudios mientras se finaliza su próxima novela en Barcelona

El día de hoy hablaremos con Gonzalo Asalazar. Cuya próxima novela se encuentra próxima a ser finalizada mientras estudia en Barcelona.

Gonzalo ha publicado anteriormente (El deseo invisible), y en esta ocasión nos hablará de equilibrar la escritura y los estudios, de su proceso creativo y de cómo la ciudad de Barcelona influye en su obra. Además, nos contará acerca de los temas que aborda en su próxima novela, de cómo crear personajes, y los retos que ha enfrentado durante el proceso de escritura. También compartirá algunos consejos para aquellos que estén interesados en escribir y publicar su obra mientras estudian o trabajan a tiempo completo.

Sin más preámbulo, ¡comencemos con la entrevista!

¿Cómo has logrado equilibrar tus estudios y tu escritura mientras trabajas en tu próxima publicación?

Investigo para mi tesis doctoral durante el período académico español, entre octubre y junio, y la escritura literaria la concentro en el verano del norte que es julio, agosto y septiembre. 

Ya que me preguntái por mi tesis voy a hablar un poco de ella: es el primer estudio académico sobre Alicia Enríquez, una escritora de Valparaíso que publicó entre los sesenta y los noventa del siglo pasado. Hacía literatura fantástica de influencia surrealista, con una prosa lírica y desgarradora que siempre habla de la crueldad humana. A Neruda le encantaba y trató de promoverla, pero por razones de género (entre otras) fue olvidada.

Entonces con este estudio me interesa reelaborar la historia literaria porteña, hasta ahora totalmente masculina, y proponer una nueva constelación donde aparece, por ejemplo, el vínculo escritural entre Alicia Enríquez y una autora como María Luisa Bombal, que nació y murió en Viña del Mar.

En el medio de este esfuerzo me encontré con que Bisturí 10, en Chile, e Imbunche Ediciones, en España, van a reeditar la obra de Enríquez. Entonces sin planificarlo, entre estas editoriales dirigidas por mujeres y yo, nos hemos sincronizado para rescatar a esta autora, en una especie de canalización colectiva hermosa y muy propia de la literatura.

Compagino esta investigación con un taller de escritura creativa que dicto permanentemente en Barcelona. Además, guío un club de lectura sobre escritoras latinoamericanas contemporáneas, y escribo una columna de astrología para la revista Galio, una nueva veta en la que he estado trabajando. Y entre medio de todo eso voy pensando y anotando lo que quiero hacer con esta próxima novela, Márgara corre por el pasto. El verano pasado la reescribí y este verano pienso hacerle la última edición. Está casi lista.

¿Cómo influye la experiencia de vivir en Barcelona en tu escritura? ¿Hay algún lugar específico de la ciudad que te inspire más que otros?

Hueiamos con mis amigos y decimos que esta ciudad es Disney, un mundo de fantasía que con el gobierno de izquierda de Ada Colau, se ha vuelto caminable y verde. Entonces la calidad de vida es ridículamente buena comparada con América Latina. Pero más allá de que Barcelona sea el espacio que habito y que, por eso mismo, mi diario esté ambientado en ella, por ahora no me interesa representarla en textos que quiera publicar.

Eso sí, admito que me robé un pedazo de Barcelona y lo metí dentro de Márgara corre por el pasto: el Hospital Sant Pau, un edificio gigante, tétrico, con cúpulas en forma de huevo de pascua, que representa muy bien el delirio y la entrega a la imaginación que fue el modernismo catalán.

Pero para mí, la ciudad es un refugio que me ha dado la tranquilidad y la distancia necesaria para escribir sobre lo que me interesa, que es el continente donde nací. En este sentido y a diferencia de lo que hice en El deseo invisible, que es un texto muy específico sobre una ciudad concreta, Santiago de Chile, ahora estoy trabajando en construir urbes ficticias que puedan recordarle al lector una ciudad latinoamericana estándar: duras, grises, abigarradas y segregadas al mismo tiempo.

Volviendo a Barcelona, es también un depósito de libros infinito en comparación, por ejemplo, con Chile, porque es uno de los centros de la colonialidad editorial. Entonces aquí he podido acceder a lecturas a las que no hubiera llegado tan fácil si viviera en otra parte.

¿Qué temas o ideas te interesa explorar en tu próxima publicación? ¿Hay alguna experiencia personal o cultural que te haya influenciado en este proceso creativo?

Esta novela nace de un sueño que tuve sobre yo mismo corriendo y bajando por un cerro cubierto de pasto muy largo. Corría con una sensación de persecución que seguramente todas hemos tenido alguna vez. Sobre esta imagen y esta sensación primigenia, inventé una trama de venganza que, al mismo tiempo, juega con el ritmo de la escritura. Por supuesto la venganza es un tema viejísimo, ya aparece en Medea. En Macbeth. En mi caso, la venganza es entre dos amigas adolescentes pertenecientes a diferentes clases sociales. Ahí intento dar cuenta de un aplastamiento, de una sociedad históricamente conformada sobre los productos de la rapiña colonial, y de una revancha personal. Y lo hago desde la mirada de un narrador poco fiable, que delira, en la frontera entre lo real y lo fantástico.

Tú me preguntas por una experiencia cultural: yo creo que esta es mi manera de elaborar el estallido social chileno de 2019.

Pero más que hacerlo para lamentarme de la impotencia de las palabras frente a lo real, me interesa plantear, al interior de la trama de la novela, la pregunta por el lenguaje y su poder creador de materialidad. Es decir, quiero hablar de su potencia simbólica para manifestar situaciones que no existen previamente, y en ese sentido, la escritura se acerca a la magia.

¿Cómo describirías tu proceso de escritura? ¿Tienes algún hábito o rutina que te ayuda a ser más productivo?

Para mí, ser productivo es concentrar el trabajo de lunes a viernes en un número de horas que permita resolver y avanzar cosas cada día, estando realmente concentrado. Entonces trato de hacer no más de seis horas diarias: empiezo a las nueve de la mañana y termino a media tarde, y entre medio descanso para almorzar. Obviamente a veces trabajo más, pero intento remitirme a esa cantidad de horas, y dejar una parte de la tarde libre para leer o hacer ejercicio o ir al cine, o tomar algo con las amigas hasta temprano. Y el fin de semana dejarlo para dormir y divertirme. 

El espacio donde escribo es también muy importante: que esté limpio material y energéticamente, que invite a la imaginación y la concentración, que haya arte en las paredes, velas. 

¿Qué te motivó a escribir y a publicar tu primer libro? ¿Cómo ha evolucionado tu escritura desde entonces?

El deseo invisible nació de la escritura misma, del puro goce de darme cuenta de lo que podía ir haciendo mientras investigaba, al tratar de crear el mundo del que me hablaban los propios materiales. Entonces empezó como un juego, como un error. Y al darle consistencia a ese juego me dieron ganas de publicarlo, más que nada como una patudez. Porque eso también es ser escritor: una patudez. 

Después de publicar ese libro y que le fuera bien, he seguido aprendiendo, leyendo y escribiendo todo lo que puedo, y me he ido alejando del estilo de El deseo invisible, tan influenciado por Lemebel. Pero no porque ahora reniegue de él, yo siempre voy a amar a Lemebel, pero ahora he probado una escritura más fría, más directa, sin tanta vuelta, que ojalá se parezca a un cuchillo. Es lo que intento hacer en Márgara corre por el pasto.

¿Cómo lidias con los momentos de bloqueo creativo? ¿Tienes algún truco o estrategia que te ayude a superarlos?

En realidad paso viendo y pensando tonteras, haciendo conexiones estúpidas, entre cosas que aparentemente no tienen relación pero donde se me ocurre ver algo. Entonces no suelo sentirme bloqueada en el sentido de que no se me ocurran ideas. Lo difícil es enfocar mis ideas en un solo proyecto, y no soltarlo hasta terminar. Y en ese proceso he tenido bloqueos, sobre todo cuando me acerco a un texto demasiado racionalmente. O sea, cuando medito mucho en la técnica, o en lo que van a decir los críticos, o en lo que se ha hecho antes, me bloqueo. La razón no me hace avanzar. Y eso me pasó después de publicar El deseo invisible.

No sé si es un truco, pero aprendí a desbloquearme agarrando los textos desde la intuición. Les pregunto por el sentido que quieren comunicarme, por la pulsión que contienen, que es algo que siempre puede resumirse en pocas líneas, y teniendo eso claro ya puedo avanzar. Y sigo por tincada, dejando que aparezca lo que insinúa el propio texto, usando mucho la escritura automática.

También pasa que a veces me bloqueo por cansancio. Y entonces hay que distraerse.

¿Cómo eliges a los personajes de tus obras? ¿Te basas en personas que conoces o son inventados?

Los personajes ya están contenidos en el planteamiento de una historia, y aparecen porque la historia los necesita. Yo trato de escuchar a la historia y de hacerme cargo de eso que percibo, porque siempre hay voces entremezcladas en los primeros esbozos de un texto. Y esas voces me resuenan con gestos, con un modo particular de apropiarse del lenguaje, que luego hay que ir trabajando. Porque lo principal de un personaje es su voz: ahí está todo. Y para empezar a esbozar esa voz mezclo voces de personas que sí conozco, pero luego voy más allá de la suma de ellas, hasta lograr que la voz del personaje se despliegue por sí misma, se muestre y dé cuenta de las profundidades de su portador, con todas las consecuencias que esto pueda traer para la historia.

¿Cuál ha sido el mayor reto que has enfrentado en la escritura de tu próxima publicación? ¿Cómo lo has superado?

Para empezar, yo no sabía escribir una novela. De hecho, todavía no sé si sé hacerlo, pero al menos he aprendido sobre novela contemporánea. O sea que al principio no sabía en lo que me estaba metiendo realmente, y eso es maravilloso y abismante. Significó también que me demorara en terminar este proyecto. Además, la historia que pensé al principio se me hizo demasiado compleja después, y tuve que simplificarla: ahora creo que en la escritura menos es más. También demoré mucho en encontrar el tono. Por otro lado, desde el principio quise que la historia fuera muy vertiginosa, y eso me llevó a escribir las primeras versiones con una escritura demasiado acelerada, demasiado a saltos, y eso fue perjudicando la estabilidad que necesitan las imágenes literarias. Así que he pagado caro mi arrogancia: me lo merezco. 

Estos problemas los he ido superando leyendo y releyendo mi propia escritura.

¿Qué consejo le darías a alguien que está interesado en escribir y publicar su obra mientras estudia o trabaja a tiempo completo?

Que lea mucho, a los clásicos y a los contemporáneos; que no tenga expectativas sino amor a lo que quiere hacer; que deje tiempo para todo, incluyendo divertirse y descansar; que le pase lo que escribe a sus amigos y los escuche, no porque vaya a seguirles la corriente en todo lo que ellos digan, sino porque es muy necesario sopesar la mirada de otras personas antes de dar por finalizada una novela. 

Puedes revisar también la entrevista realizada a Gonzalo Asalazar sobre El deseo invisible, AQUÍ.

Gonzalo Asalazar

lacimarra

Revista La Cimarra, difundimos el arte para reivindicar lo que importa

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